Propósitos involuntarios:
Entre los minutos
perdidos
se escurren las
intenciones
y cerca de los intentos
fallidos
nace lo que no tuvo
fuerzas
para crecer.
Si la intención es lo que
cuenta,
doy gracias por ser de
letras
y no poder contar nada
ni con nadie.
Independiente de la
acción
hallamos la reacción.
Las intenciones caen
en los sacos rotos
que ellas mismas
tejieron.
Entre los despropósitos
perdidos
se pierden los propósitos
que quisieron ser,
y nunca fueron.