Las llamas que dan paso al olvido.
Si mis palabras
se queman con el viento,
debe arder también el
papel
al leerlo en alto,
pues la fugacidad
de los sentimientos,
de lo que fenece
bajo las llamas
o sobre el frío
de lo eterno
calla junto al silencio
de mi poesía.
Déjame con un cigarrillo
de inocencia
entre los labios
y dame un sorbo
de ese licor llamado la
ignorancia
que todos parecen
querer probar,
y del que parece no haber
nunca
suficiente.
Digo yo que
si mi mente
tiene la capacidad
de recordar
y olvidar
A partes iguales,
es porque todo lo que
merece la pena recordar,
también alberga,
profundamente,
la intención de ser
olvidado.
Dejemos que mis versos se
quemen,
dejemos que no dejen
rastro
en vuestra memoria,
pues si pudierais
repetirlos
no llegarían a rozar
el recuerdo de ellos
mismos.